Me pude tomar un respiro en la tremenda inmersión laboral postvacaciones asistiendo a una jornada de formación en comunicación con Ferran Ramon-Cortés, ejecutivo de Tiempo-BBDO y autor de libros como La isla de los cinco faros y Virus. Me interesa el tema pero también me interesa el personaje, que me hace reflexionar sobre cosas que son importantes para mí ahora.
COMUNICACIÓN INTEGRAL. Los periodistas estamos entrando muy mal en la era de la comunicación que vivimos. Centrados en la producción de los medios, no nos damos cuenta de que descuidamos la multitud de aplicaciones e implicaciones de la comunicación en un tiempo en que "todo comunica". El acento en la comunicación es un signo de los tiempos que no sólo se refiere a la industria de la información sino al conjunto de la sociedad. La comunicación está vinculada al aprendizaje, al cambio, a las relaciones humanas. Pero los periodistas de los medios somos cada vez menos hábiles en cualquier trabajo comunicacional que vaya más allá de nuestras competencias estrictamente productivas. Por eso somos cada vez menos relevantes incluso en los medios, somos muy poco capaces de crear contenidos originales y que lleguen verdaderamente a la gente. Como no lo hacemos los profesionales de la comunicación, lo hacen los del espectáculo y los aprovechados.
COMUNICACIÓN POSITIVA. La gente del mundo de la publicidad y la comunicación aplicada a la empresa son vistos por los de los medios de comunicación como fantasmas y meros vendedores. Pero los periodistas no hemos sido capaces de vender ni nuestra profesión, que ha quedado sumida en el desprestigio. La diferencia es que partimos de dos culturas distintas: ellos, de un optimismo estimulado por nuevas corrientes culturales y por la necesidad de estar al día pegados a una sociedad y un mercado cambiantes; nosotros, de un cinismo que es útil para mantener la mente escéptica ante los intereses que confluyen en el hecho noticioso pero que es letal para aprender, mejorar y cambiar. Los medios de masas se alejan cada vez más de la gente porque sus profesionales son incapaces de escucharla y entenderla, cosa que sí saben hacer los "vendedores".
APRENDIZAJE CONTINUO Y CAMBIO. La ausencia de formación continuada en las empresas de medios de comunicación es total y escandalosa. Las compañías de publicidad y marketing la estimulan y promueven en sus organizaciones, y la hacen imprescindible. No hay nada más zote para la formación continuada que un periodista de una redacción informativa; su primera reacción ante algo novedoso para su profesión es el recelo y el rechazo. Fuimos relevantes para la sociedad cuando supimos encabezar una amplia corriente ciudadana orientada al cambio social, y dejamos de serlo cuando renunciamos a usar el poder de la comunicación para inducir cambio alguno. Nos sumimos de lleno en la cultura cínica del inmovilismo que pasa por ser progresismo escéptico, de modo que la reacción de un periodista ante una nueva tendencia o fenómeno social es: primero, desconfianza y ridiculización; segundo, referencia parcial y a desgana; tercero, incorporación deformada.
Personalmente, la comunicación me interesa cada vez más como herramienta educativa humanista, orientada al fomento de transformaciones en la vida de las personas y de los grupos. Comunicación es educación y transformación. Y no hay límites para ese ejercicio, no más que los de la propia incompetencia o incapacidad.
Vuelvo aquí a reflexionar sobre el pecado original de la cultura progresista, cuando he leído esta semana una frase, creo que del filósofo Daniel Innerarty, que menciona "la melancolía como característica de la izquierda". De toda la cultura europea que pretende tender al progreso, digo yo. Ayer publicaba La Vanguardia un artículo de Remei Margarit, titulado De la alegría, que decía.
La alegría, en cambio, supone un estado de conciencia en el que al asombro de la inmensidad de lo todavía por conocer se suma la gratitud de lo ya conocido y tomando como base la fragilidad del ser humano, se siente admiración de saberse existiendo. La alegría, además, tiene que ver con la empatía hacia el otro, nuestro semejante, y hacia todos los seres vivientes por participar del mismo ciclo vital y compartir el mismo mundo. Es un atributo del alma que se refleja en el cuerpo, pero que no depende de la satisfacción de cualquier deseo que surja. Tal vez el deseo tenga más que ver con el tiempo y en cambio la alegría, así como el amor, lo trasciende.
Tal vez la alegría tenga que ver con la expansión de la conciencia, que es la que se produce por el conocimientoy la actitud permanente de querer conocer más allá de lo explícito, así como en profundizar en los diversos lenguajes y sus símbolos. En ello, cada puerta que se abre es una estancia que tiene otra puerta que puede, a su vez, abrirse. En los humanos, la necesidad de conocimiento es infinita y eso la alegría parece saberlo.
Necesitamos también un cambio de paradigma en la comunicación y en las relaciones humanas. Un cambio de paradigma que supere el pesimismo pseudoescéptico --la psicología que parte de una supuesta condición deficiente a la que quiere poner remedio-- y alcance la alegría como síntoma de la necesidad de conocimiento --la comunicación humana que parte de que todas las acciones están orientadas hacia propósitos correctos por más que puedan fallar en su consecución--. A lo mejor el tan cacareado cambio de paradigma no es más que eso, el abandono de la conciencia de miseria por la conciencia de completud.
Hay que tener en cuenta que los periodistas dependen de empresas que tienen sus propios intereses económicos, políticos y sociales. Por el contrario, los creativos de las agencias de publicidad tienen la frescura de la libertad y de ganar mercado con ideas novedosas, una circunstancia a la que teme el poder mediático al que le conviene más tener opiniones de sus periodistas autocontroladas antes que sumergirse en el talento, en la creación, en el riesgo literario o en la provocación.
Publicado por: Martín Bolívar | 01/10/07 en 1:53
No me parece fácil crear contenidos originales cuando se considera que el productor debe ejercer como multiproductor multifacético, ni tengo claro que el periodista deba comportarse como un vendedor de productos informativos, tarea que corresponde a otros servicios empresariales. Creo que el periodista debe saber "vender" información tras un proceso de búsqueda, selección y contraste, proceso que con frecuencia choca con los tiempos de producción. Saludos.
Publicado por: migramundo | 03/10/07 en 16:14
Agradezco a Migramundo por haberme aclarado las ideas y coincido con su postura.
Publicado por: Martín Bolívar | 05/10/07 en 10:41