Esta tarde respondía a un comentario de Jaume de Marcos diciendo que una de las razones de nuestra debilidad social es la incapacidad de proclamar y defender nuestras ideas, especialmente las filosóficas o religiosas. Esto es algo muy diferente al deporte nacional de enzarzarse en polémicas agresivas desde esquemas ideológico-políticos inconmovibles. Personalmente, desconfío de aquellos que "nunca cambian", y cuando escucho a Julio Anguita proclamar lo que él considera "coherencia" me da repelús.
Proclamar en público las propias convicciones es algo muy diferente de toda esa logomaquia que produce el 90% del ruido comunicacional. Lo que uno cree es algo que surge de la experiencia de la vida vivida con alma y sentido, no algo propio de una trifulca de taberna. Por eso no solemos ver a gente íntegra declarar sus convicciones con la autoridad que da vivirlas desde el corazón.
Para no quedar como un hipócrita, aquí está lo que yo creo, explicado por John A. Buehrens:
La fe no es cuestión de creer alguna afirmación antigua a pesar de la evidencia. Es más bien cuestión de vivir con valor e integridad, a pesar de los retos y pérdidas de la vida y a pesar de la tentación de caer en la desesperación. Y la esperanza no es cuestión de creer que todo nos va a salir bien. Más bien es cuestión de dirigir nuestra vida hacia un punto en el horizonte más allá de lo que nadie de nosotros puede ver, pero hacia el cual sabemos que más nos vale que nos movamos juntos, si es que queremos que haya un futuro que valga la pena para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos. Y el amor, no es simplemente una tarjeta sentimental de Hallmark, ¿verdad?. Más bien se trata de vivir en el aquí y el ahora, sirviendo a la forma social del amor conocida como justicia, practicando la compasión y caminando humildemente sobre esta tierra, en el tiempo que es nuestro, junto con otros, ante el misterio que nos trasciende a todos.
Este es nuestro llamado, el suyo y el mío: atender y servir a la frágil llama en todas nuestras almas, hasta que ardan con la llama continua de la misión de sanar el alma de la democracia y el alma de nuestro mundo.
En efecto Gabriel, el ruido verbal no sólo impide oír, sino que también disimula la carencia de argumentos. Los fieles a una idea, llámese ésta dios, partido o lo que sea, incapaces de comprender las ideas de los otros, son fanáticos.
p.d. Ya estás linkeado a mi blog. Abrazos
Publicado por: Antonio Tello | 09/09/08 en 9:10