Durante unas cuantas semanas me he estado resistiendo a publicar artículos de opinión porque observo en más de uno de mis colegas en activo en la prensa diaria una inquietante inclinación hacia el reaccionarismo por la vía del cinismo ingenioso. El mundo progre ha suministrado elementos risibles a placer para uso y disfrute de los comentaristas, creyentes ingenuos como son sus habitantes en la magia blanca que consiste en cambiar los nombres de las cosas para que las cosas cambien a su vez, y basada tal ingenuidad en la consideración pedestre de la comunicación como mera práctica instrumental. Pero la terrible evidencia que surge ahora es que las inanidades y tonterías progres han dado paso a algo peor: a otro tipo de incompetencia en la gestión de la realidad basada en la aplicación al pie de la letra de la consigna neoliberal global: desmontar el estado del bienestar, privatizar, desregular.
Hubiera cabido esperar de un gobierno burgués en la Generalitat compuesto por empresarios y asistentes de éstos cierto espíritu emprendedor, animoso, que se propusiera extraer de la sociedad lo mejor de la iniciativa personal, llamando a que se pusiera en acción el potencial creativo de la gente y contagiando a los ciudadanos el entusiasmo de construir un país renovado, abierto a las ideas e interrogantes que circulan por toda la prensa crítica del mundo democrático (excepto en la catalana, donde sólo se habla de trivialidades normativas y de la hipotética solución mágica de la independencia nacional).
En cambio, hemos dado con una combinación letal: espíritus de contables rácanos combinado con el afán de controlar todo lo que se mueve en el país. Aún es la hora que hayamos de escuchar un mensaje mínimamente ilusionante de boca de un President y un gobierno que se han instalado en lo que la oposición llama "recortes" y no es más que el inicio de un desmantelamiento cuyas consecuencias sociales están aún por ver.
Y en esas, aparecen las movilizaciones populares, impulsadas por la juventud y asumidas por ciudadanos de todas las edades, en las que se demanda una democracia de calidad, una democracia política, económica y social, y se denuncia el secuestro de la política por la economía, la falta de responsabilidad de los representantes elegidos, así como se pone de manifiesto una descomunal brecha cultural entre el mundo de las nuevas generaciones y el de la cultura institucional, oficial y los términos en que se expresa la opinión pública y la información publicada.
He de confesar que cuando se publicó la versión española del libro ¡Indignaos!, de Stephane Hessel, mi reacción fue de escepticismo. Si los jóvenes a quienes iba dirigido el llamamiento debían movilizarse en reivindicación sociopolítica, debían hacerlo por su propia iniciativa, bajo sus propias formas y a partir de sus propias ideas, inquietudes y necesidades. Las viejas glorias estamos bien donde estamos: en la retaguardia, para apoyar y defender. Pero creo que no nos es concedido el papel de inspiradores, por más que unos hayan militado en la Resistencia Francesa y pasado por los läger u otros hayan escrito grandes novelas después de haber servido a la Banca durante el franquismo.
Pero el movimiento de la #spanishrevolution y de las @acampadabcn y @acampadasol --por usar la semántica twitteriana-- me ha robado el corazón. Nunca, desde finales de los años 60 del siglo pasado, había visto un movimiento juvenil tan bien propuesto y --hasta ahora-- conducido. El 15M es mucho mejor que el mayo francés del 68, y más rico ideológicamente que las luchas antifranquistas españolas de mediados de los 70. Bajo su aspecto utópico y aparentemente caótico, el 15M es un movimiento democrático y social de verdad.
Hasta ahora había desconfiado de los movimientos sociales de cariz anarcoide, y las reivindicaciones en torno a plataformas como el 0,7 por ciento, Attac o los grupos altermundistas. Pero me parece que esto es otra cosa. Lo demuestra, en mi opinión, la adhesión que están obteniendo de ciudadanos de mayor edad, que coinciden con ellos en reivindicaciones y constataciones comunes en torno a la actualidad política, social, económica y laboral. Y lo demuestra también la incapacidad de comprensión o como mínimo de percepción correcta por parte de autoridades, establecimiento político, establecimiento mediático y opinión publicada parainstitucional.
El movimiento 15-M ha sido obsequiado desde su eclosión con la ironía perdonavidas de los enterados, con la repugnancia de los reaccionarios y con la inopia de los instalados. Es aterrador ver cómo la izquierda de toda España asiste estólida, sin saber qué decir ni qué hacer, a un verdadero movimiento regenerador de la acción sociopolítica desde la base (en un episodio que recuerda inquietantemente a cómo los dirigentes del antifranquismo clandestino recibieron al naciente movimiento de las Comisiones Obreras, según refiere acertadamente mi tío José Luis, con quien cohabito decentemente en la muy renombrada villa de Parapanda). Para ser justos, algunos grupos de Iniciativa y la dirección de Esquerra Unida y Alternativa han hecho observaciones muy sensatas sobre el movimiento. Pero lo escandaloso ha sido ver el airado recelo con que ha sido recibido por los agitadores parainstitucionales del paradigma independentista, furiosos por ver que, por una vez, el escenario de opinión y movilización realmente existente escapaba a sus designios de delimitación del terreno semántico realizados desde estructuras informativas y parainstitucionales que responden a idénticas alimentaciones ideológicas y económicas, sin que andasen de por medio polarizaciones contrarias perfectamente encasillables o neutralizables (PP o C's).
Es así como han acabado por ser Felip Puig-Artur Mas quienes han hecho en la plaza de Catalunya lo que reclamaba Esperanza Aguirre en la Puerta del Sol. Y en la plaza madrileña han aparecido carteles con leyendas de solidaridad con Barcelona y adhesión a los jóvenes catalanes. Demasiado para muchos cuerpos, y sopa de pollo para el alma de aquellos quienes creemos que afirmar nuestra nación no niega la nación de otros.
Es probable que la calidad de alguien venga determinada por la cualidad de sus enemigos. También es cierto que la izquierda no se renueva ni por decreto ni en las salas de máquinas de las organizaciones. Es probable que lo que se esté renovando, o más bien regenerando, no sea exactamente la izquierda sino un amplio movimiento ciudadano de nuevo tipo que incluye los valores más recuperables de la izquierda y mucho más. La lástima es que la izquierda aún no se ha enterado de ello. Pero yo me apunto.
En nombre de los supuestamente incluidos en los tres apartados, te doy las gracias por el respeto que sientes por las personas que no opinan igual, aproximadamente 25 millones frente a pocos miles. El principal problema de este país es el déficit de cultura y comportamiento democráticos, no parece que así se trabaje para mejorarlo.
Publicado por: José Catalán Deus (vía Facebook) | 29/05/11 en 13:47
No creo que quienes no simpatizan con el 15M sean inmovilistas, cínicos y reaccionarios; a estos los he identificado bien en el texto. Yo soy una de los 25 millones de personas que votaron el día 22, y uno de los miles de ellas que forman parte de organizaciones políticas de izquierda. Mi opinión es que, con todos sus defectos e insuficiencias, lo que hace el 15M es introducir un elemento de cultura democrática que las organizaciones no han sido capaces de llevar a cabo (si que hacen otras cosas). El asambleismo y cierto ingenuismo son dignos motivos de recelo, pero son lícitos como punto de partida de movimientos protesta, tal como nosotros pudimos experimentar décadas ha. En posteriores posts de mi blog (www.gabrieljaraba.info) trataré de argumentar los aspectos interesantes que veo en el 15M.
Publicado por: Gabriel Jaraba | 29/05/11 en 13:48
Ahora que las acampadas han acabado o están a punto de hacerlo, ¿todavía crees que este movimiento tenía alma y contenido? ¿No era más bien un río de aluvión de individuos alternativos, antisistemas, okupas desocupados y gente del pueblo llano que ayer que el 15-M pedían trabajo para todos y el 22-M votaban a Albiol para echar a los inmigrantes de las consultas de la Seguridad Social?
Seguro que había gente buena y bienintencionada, gente que quería democracia y justicia: de ésa la hay siempre y en todas partes, a Dios gracias. Pero esa gente también es la primera que se va, después de la ilusión inicial, cuando ve por dónde van los tiros realmente.
El marxismo-leninismo necesitó 73 años para demostrar su inviabilidad, este movimiento de "indignados" lo ha conseguido en menos de un mes.
Publicado por: Jaume | 13/06/11 en 21:26
No sé en qué parará este movimiento. Pero lo que he visto hasta ahora me parece más complejo que lo que tú describes. A mi modesto entender, ha sido una respuesta cívica y política a la actual situación, que se expresa de un modo distinto al habitual, porque responde a la gran brecha cultural que se ha abierto en la sociedad y que ha engullido a la cultura política institucional y parainstitucional catalana establecida desde el tardofranquismo.
En todo caso, numerosos alumnos míos han participado en este movimiento, y en la sesión de debate que celebramos la semana pasada el nivel era de una madurez y seriedad que interpelaba seriamente a los "adultos" que allí nos encontrábamos.
Publicado por: Gabriel Jaraba | 14/06/11 en 18:07
Gabriel, seguro que tus alumnos estaban entre los más aventajados del grupo, pero el mismo método asambleario, la falta de coordinación, la carencia de un simple portavoz que permitiese transmitir las propuestas con claridad a través de los medios, las repetidas votaciones cuando a unos no les gustaba lo que habían votado otros antes, etc. etc., hacen que más que una respuesta, lo que estemos oyendo sea un guirigay de expresiones, muchas de ellas cargadas de razón, pero diluidas en el maremágnum generalizado.
Fíjate que el método congregacional, pese a basarse también en la libre expresión de todos los congregados por igual, tiene dos ventajas evidentes: la limitación y permanencia relativamente estable de los miembros de la asamblea congregada, y la toma de decisiones ordenada que permita la elección de unos responsables encargados de llevar a cabo los acuerdos de la asamblea y dar cuenta de sus resultados al cabo de un año o el plazo que se haya pactado.
Las asambleas que he visto sin dirección, efectivamente no han llegado a nada más que a mucho "brainstorming" y mucha proclamación de derechos y principios, todo eso está muy bien, pero al final hay muy poca efectividad. Eso sí, todo el mundo se va muy satisfecho creyendo que han hecho algo importante. Ahora, alguien tuvo la "brillante" idea de instalarse ante el Parlament. ¿Qué mayoría tomó esa decisión? ¿A quién representan los que, en lugar de irse a casa, decidieron trasladar sus bártulos a la Ciutadella?
Publicado por: Jaume | 14/06/11 en 23:21
Totalmente de acuerdo con tu último comentario. En la concentración frente al Parlament asoman ya los peores vicios del populismo y el bakuninismo. Si persisten y no son contrapuestos por las virtudes primigenias del movimiento, este se va al carajo.
Publicado por: Gabriel Jaraba | 15/06/11 en 11:59