Soy consciente de que toda la vida he sido un majara perdido, pero estoy en un punto en que no sé si me gustan las cosas que me gustan, o bien que no me gustan las que debieran gustarme. Por lo menos, las cosas que no debieran gustarme no me gustan nada, aunque es cierto que a veces me gustan cosas que nunca hubiera imaginado que me gustaran. Por ejemplo, la nueva línea Rubalcaba dentro del marketing político socialista. Antoni Gutiérrez Rubí ha hecho un análisis muy agudo, como es habitual en él:
- No es una propuesta ideológica o programática… es actitudinal. Es una manera de hacer política. Casi una manera de ser. Creo que es un buen inicio.
- El principal reproche de la sociedad española a la política es la prepotencia y la distancia.
- Creo que acierta con el tono. Empezar con humildad (escuchar), comprometerse en acción política, en resolver problemas (hacer) y transformar la acción en pedagogia, explicando el por qué, el cómo, con quién, cuándo y dónde (explicar).
Lo que tengo claro es que la prefiero mil veces a la melancolía persistente (¿y congénita?) de TODO lo que concierne al PSC. ¿Es posible que en el ámbito de la comunicación política catalana alguien se atreva alguna vez a presentarse de guisa irónica, sin querer dar la impresión de que el mundo está a punto de acabarse? El éxito del programa Polònia radica en un punto, y sólo en uno, que los políticos catalanes, tanto los líderes como sus burócratas, se empeñan en ignorar: desenmascarar lo ridículo de sus actitudes pseudotrascendentales, de ese mantener cueste lo que cueste un gesto que se quiere solemne y deviene patético, de ese creerse y sentirse el centro del universo, de ese disimulo que conlleva la cultura de la puta i la ramoneta. El problema de España es que en una milla cuadrada de Madrid reside un complejo político-mediático-económico-estatal que se basta a si mismo y cree que el conjunto de España se reduce a ese espacio. El problema de Catalunya es que el teatro en que se representan las formas de lo político, lo institucional y lo cultural (lo económico, en mi país, permanece siempre en la sombra) es un guiñol ridículo a fuerza de esa fatal mezcla de falso trascendentalismo, melancolía, inseguridad y petulancia, un teatrillo que pretende reducir la grandeza y diversidad de nuestra nación a un guioncillo institucionalizado que cree que todo se resuelve en los Telenotícies. No se explican el porqué del atrevimiento de la chavalada indignada ante el Parlament; responde a que ellos, que se hallan al otro lado de la enorme brecha cultural que se ha producido en toda la sociedad, no sólo no compran ese discurso averiado sino que, habiéndoles tomado perfectamente el número, se mofan de él. Harían bien en reflexionar sobre ello mis amigos de Nou Cicle en vez de hacerse los ofendidos.
Quizá el motivo de las simpatías que siempre ha despertado Pasqual Maragall responda más a su particular descaro que a cualquier otra virtud; su pasmosa seguridad (que responde a un particular autoritarismo basado en un soft power a la vez espontáneo y calculado). Por eso la desaparición de su figura de esta escena (ojo, que no es lo mismo que el necesario apartamiento de su digna persona) podría responde a que, al final, su imagen ha resultado ser presa del catalanísimo cuento de la lágrima. Maragall + Alzheimer es ya otro escenario distinto a Maragall + Barcelona 92 o Maragall + Gobierno de izquierdas: el presidente optimista y enérgico ha pasado a la galería de la Catalunya melancólica, que hunde sus raíces en L'Emigrant y eclosiona con l'Avi Macià que nos deja el día de Navidad: "I tan pobres com som...". Bicicleta, cullera, poma, y siete llaves sobre la potente significación de una figura a quien sus amigos, con cariño sincero y un dolor que comparto, han arrojado a las fauces de la catalanísima melancolía política y cultural que ha hecho de nuestra nación un yermo ideológico.
La melancolía que permea toda la comunicación política catalana (estoy a punto de escribir toda la política catalana) ha terminado por desactivar el efecto Maragall; los movimientos internos en el PSC desnortado son no menos melancólicos; la rabia latente de ICV-EUiA acaba también en la acequia melancólica, presa de la kryptonita del lenguaje políticamente correcto; y por si eso fuera poco, obsérvese la irrupción de Oriol Junqueras y la sagaz advertencia de Ridao: "Quieren hacer de ERC una mercería". Qué genio, el senador; ni en mis más malévolos delirios se me hubiera ocurrido una imagen más vitriólicamente melancólica para designar lo que intento explicar aquí.
De cara a las próximas elecciones generales, pues, el PSC tiene un doble problema: su propia campaña por el voto socialista y la existencia de un candidato en Madrid que pone en evidencia la melancolía política catalana solo con achinar los ojos y esbozar una sonrisa tras el puño (izquierdo, que es socialista). Y mientras en el Parlament el PSC se devana los sesos por no desmarcarse de una centralidad inexistente y por competir con el PP --que le ha robado la cartera en la Catalunya urbana-- para resultar la más bella del baile a los ojos del galán (otro signo melancólico de los tiempos, aquella cancioncilla de Sylvie Vartan, La plus belle pour aller danser... avec Mas et Trias, oh, la la!). Rubalcaba no está por ostras ni demás marisquería: un petardo bajo la poltrona de la SGAE y otro bajo la de la dirección general de RTVE, cariñosamente dirigido de paso a Mediapro. Para ir abriendo boca. Un gesto que mira en muchas direcciones, y del que algunos ya han tomado nota. Como Baltasar Garzón el Empecinado, hipotético pivote para artistas desengañados en trance de reposicionarse. (Por cierto, ¿qué le verán mis amigos izquierdosos a ese juez que fue ministro del Interior? Ellos ven un valiente insobornable, yo veo otra cosa. Es que las cosas que nunca me han gustado acaban por no gustarme nada. Pero no me hagan caso, ya saben quienes me concen que soy un majara perdido).
ACTUALIZACIÓN: ¿Está interesado ZP en apoyar a Rubalcaba?, por José Luis López Bulla.
Puede que la actitud de Rubalcaba sea "actitudinal". Lo era antes cuando compartía medidas con ZP y ahora que le enmienda la plana. Con relación al PSC comparto lo que dices de su naturaleza "melancólica". Pero, estimado Gabriel, todavía no sé cuál es la referencia (el tiempo pasado) de dicha melancolía. En todo caso, ya lo dijo el Dante: "Nessun maggiore dolore que riccordarsi del tempo pasato nella miseria". Tuyo, y de Verónica Lake, JLLB
Publicado por: José Luis López Bulla | 10/07/11 en 19:34
Le enmienda la plana porque a la fuerza ahorcan. Pero un demócrata debe confiar en que los vicios privados se truequen en virtudes públicas. No creo en un origen concreto de la melancolía peseciana; digamos que no me atrevo a pensar que añoran no haber sido el PSUC, que se hundió en la miseria por haberse creído su propia propaganda. En todo caso, como he dicho, la melancolía es la verdadera transversalidad de la política catalana: vease la tenebrosa ausencia de sentido del humor del ala independentista, donde quien pretende aparentar ser osado resulta tragicómico (Laporta). Tuyo eternamente, pero en Marlene Dietrich, que era antifascista y miraba atravesá.
Publicado por: Gabriel Jaraba | 10/07/11 en 21:30