Los editores de los lbros de La Liebre de Marzo me invitan a colaborar en su blog, que precisamente es uno de los que más me gustan. Me estreno con un artículo, La autoayuda y esa furia, en el que trato de analizar el porqué de la reacción de la intelectualidad ilustrada ante ese género. Lo reproduzco también aquí:
Basta con mencionar la frase “libros de autoayuda” en algún ambiente ilustradopara que se desencadenen dos reacciones: desprecio o irritación. La primera escomprensible, pues existe la paradoja de que muchísima gente leída esreticente a aceptar las novedades que no se ajustan a unos parámetrosconstruidos y adoptados larga y trabajosamente. La segunda me resulta muycuriosa; ¿de dónde surge esa irritación sorda, a veces verdadera furia, que seda ante propuestas que, en puridad, abogan por la mejora de las condiciones devida de las personas y animan a tomar el destino de cada cual en las propiasmanos, tratan de combatir el pesimismo y la rendición ante la adversidad? ¿Aqué viene esa irritación de los progresistas ilustrados ante las propuestas defondo que subyacen en los libros de autoayuda? ¿No habíamos quedado en quela modernidad consistía, precisamente, en que los ciudadanos tomasen lasriendas de sus vidas y de que no existiesen mediaciones que interfiriesen en lavoluntad libremente asumida? Uno había llegado a creer que el mismo hecho deleer llevaba implícita una actitud de “autoayudarse”, es decir, de prescindir decualquier mediación autoritaria ajena al libre ejercicio de la autorreflexión apartir de lo leído y la consiguiente toma de decisiones de modo estrictamentepersonal. Se vé que no, y de ahí mi perplejidad.
Salta a la vista que hay un desencuentro cultural entre la cultura crítica de matriz europea y el pragmatismo anglosajón que subyace en la (mal) llamadaliteratura de autoayuda. Aunque algunos creen a ésta hija de la new age, lo esen realidad del new thought, corriente filosófica del siglo XIX que primero se llamó ciencia de la mente, y que propugna una experiencia directa del Creadorsin necesidad de intermediarios. El new thought o nuevo pensamiento, próximo a algunas corrientes del revivalismo evangélico americano, pone gran énfasis enque es el pensamiento lo que da origen a la experiencia, y de ahí su acento en la meditación, así como en una actitud positiva y en el uso de las afirmaciones. Pero es mucho más profundo que todo eso: leyendo a una de sus figuras más señeras, Neville Goddard, uno se topa de bruces con un gigante espiritual que sialguien tiene reparos en equiparar a Ramana Maharishi o a Jiddu Krishnamurti será por la reticencia a admitir que occidente también produce mentesiluminadas; en él hallamos la inconfundible huella de la no dualidad, o advaitavedanta, bajo un atractivo barniz cultural cristiano reformado y librepensador ala vez.
Tal desencuentro, sin embargo, surge de unas raíces más profundas que el enorme desconocimiento que la mirada popular europea tiene de Norteamérica (ese país de ignorantes paletos que dedica a sus universidades una cantidad dedinero equivalente a la totalidad del producto interior bruto de la Unión Europea). Los Estados Unidos nacieron como un acto de huida de la Europa queimpedía la libertad de culto y ahogaba la expresión del individuo. Cuando unos y otra hicieron sus revoluciones democráticas, la primera consagraba el individualismo creador y la segunda, en Francia, hacía lo propio con un estado centralista con vocación de inmiscuirse en las vidas de sus ciudadanos. En losucesivo, se acusaría a la cultura norteamericana de colonizar a las de losdemás países, pero lo cierto es que las culturas ilustradas occidentales noanglosajonas han sido colonizadas por el espíritu del estatismo einstitucionalismo francés, cuando de Estados Unidos no han hecho otra cosaque adoptar formas superficiales de cultura pop que han dejado intacta la raízdel pensamiento ilustrado europeo: la sujeción a la norma y a su encarnaciónmediante una institución, sea ésta oficial o consuetudinaria (para ver cómo seescribe una palabra, nosotros consultamos un diccionario producido por unaacademia institucional, ellos echan mano de uno creado por un editor privado; allí no existe normativa institucional sino consenso de uso). Véase el sumo gusto que tiene el libertario Arturo Pérez Reverte de formar parte de la RealAcademia.
A los progresistas europeos que reniegan del individualismo pragmático americano les repatea el hígado tal acusación, pero, y ustedes perdonen, la realidad es que América ha producido a Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau y Europa… a Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir (¿cuánto ha durado en el candelero el testimonio ejemplar y luminoso de Vaclav Havel?). Claro que si tenemos en cuenta de que la siniestra pareja son considerados elsúmmum de lo libertario, no hay más que hablar. Mientras la new left surgida en los campus de Berkeley promovía a Jerry Rubin y Allen Ginsberg, en la Rive Gauche triunfaba La cause du peuple, un periódico que reflejaba las bases ideológicas del experimento genocida que fue la revolución cultural china. Las gentes de izquierdas de cierta edad, en nuestro continente, no tienen reparos en sentirse hijas de quien expresó la náusea de vivir y dictaminó que “el infiernoson los otros”.
¿Y eso qué tiene que ver con la autoayuda, oiga, dirán ustedes? Pues todo, la verdad. Lo que ahora llamamos autoayuda es una versión para todos los públicos del pragmatismo anglosajón pasado por el optimismo hippie. Estados Unidos huyó de Europa porque sabía cómo se las gasta la civilización del viejocontinente (véase la purga de caballo que el consorcio francoalemán aplica a la crisis económica y los ilustradísimos miramientos con que impone su diktat). Su optimismo emprendedor no es un rasgo exclusivo de su capitalismo, sinoque es compartido por toda su estratificación social: ahí están las canciones arrolladoramente alegres de Pete Seeger, que no son tonadillas ingenuas sino himnos de batalla cívica y sindical. Seeger, por cierto, forma parte de la única iglesia del mundo que admite ateos, la Unitarian Universalist Association. Y Europa se da de menos de ese optimismo porque a su vez no le perdona lacombinación de éxito científico-técnico con soft power pop. El desprecio a la autoayuda es, pues, un nuevo rechazo del soft power en su última forma cultural. Ahora ya no se puede renegar del rock, de los pantalones tejanos, ni siquiera de la televisión popular. La última frontera la marca pues la autoayuda, ante la cual el intelectualismo racionalista aún puede sacar pecho.Pero, ¿y esa furia, esa irritación profunda que sobreviene una vez se hamanifestado el desprecio del vil género literario de la autoayuda? ¿De dónde proviene la amargura que le subyace? De la misma fuente de la que brota el rasgo distintivo de la intelectualidad crítica europea: un tenebrismo pesimista que ha suplantado al optimismo creativo de la revolución democrática y al deseo de la experiencia vital propio del romanticismo (título del último libro del gran Tony Judt: “Todo va mal”). El espíritu que inspira la autoayuda no es el del capitalismo neoliberal que desea hacer del ciudadano un individuo inerme ante las fuerzas económicas sin gobierno colectivo, sino el de la tensión romántica que llevó a Lord Byron a ser el primer brigadista internacional, por la independencia de Grecia, y a Mary Wollstonecraft Shelley a filosofar sobre las raíces de la vida y la condición humana en Frankenstein. Desconectados de las raíces que nos vinculan al gozo de la vida y al sabor de la libertad, lo que queda son las circunvalaciones conceptuales de un pensamiento que se quiso crítico y que ha devenido tristemente cínico. Escúchense las críticas de la derecha cavernaria al movimiento de los indignados y percibirán, con otros motivos y en tono distinto, la misma amargura e idéntico desprecio. La furia de la frustración ante la simple mostración de que la gente quiere ser libre.
Blog sobre Neville Goddard en español
Neville Goddard en la Wikipedia, en inglés
Libros de Neville Goddard digitalizados
Foto: Neville Goddard.
Admirado Gabriel Jaraba, a ver si traduzco con palabras aquellos razonamientos-por llamarlos de alguna manera- mas hijos de la intuición que de la sistematización dialéctica, terreno donde soy mas bien torpe-
Aparte de la adscripción de cada cual a sus gustos, percibo -excúsame por lo que voy a decir- un cierto resentimiento a determinados colectivos o individualidades emanados de ellos. Yo podría estar de acuerdo parcialmente con tu crítica que en mi caso se hace menos visceral, quizás porque mi conocimiento de ellos no es personal y creo que eso da una cierta distancia.
Me parece que es caer un poco en el tópico de tildar de anti- americanismo o mas bien anglofobia a todo aquel que pueda manifestar una crítica a quienes al fin y al cabo han conformado el mundo en que vivimos desde hace mas de ciento cincuenta años.
Personalmente no tengo nada contra los pueblos anglosajones-aunque sea un tópico, que le vamos ha hacer- y aún menos con el específicamente norteamericano ,porque me gustan las gentes abiertas ,pero esto es una cuestión individual y, de verdad, no quisiera que esto lo fuera en exceso.
Los que no nos entusiasmamos por el individualismo ,tampoco creo, que de principio se nos tenga que echar a los leones-que yo no sé por cierto, en que grado realmente la gente cuestiona su individualidad sinceramente- De aquí vengo a recalar en mi punto de vista ,que difiere al parecer del tuyo en lo tocante a estas formas de espiritualidad exaltadas por ti-y con todo el derecho del mundo-,
Desde mi punto de vista y solo aparentemente alguien podría confundir determinados aspectos de la espiritualidad pura, con una forma de nihilismo e incluso de materialismo. Son cosas en el fondo diametralmente opuestas ,aunque en ambos casos se rechace el individualismo. Lo hará de facto lo que pueda quedar de aquellos que se adscriban, pongamos por caso al Materialismo Dialéctico, donde para ellos se para en ese punto la filosofía –una mas,al fin y al cabo del s,XlX- para devenir en creencia. Así la individualidad queda subordinada a un colectivismo, tendente necesariamente a la uniformidad con todo el rastro de cosificación que ello conlleva y que paradójicamente tanto denuncian algunos de sus intelectuales de esta sociedad-lo cual no implica que no se deba hacer desde varios puntos de vista, simplemente resalto la paradoja-
Desde las grandes tradiciones también se la rechaza en último extremo aunque por razones bien distintas. En el rechazo del individualismo colectivista, el ser forma parte de esa masa, en cierto sentido se disuelve en la misma -si esto fuera posible, que no lo puede ser del todo, afortunadamente- En las grandes tradiciones la individualidad es sacrificada en beneficio del ser, que en sí es la totalidad de lo manifestado, de ahí la experiencia unitaria “yo soy el mundo”.
En ambas posturas, el individuo se halla ligado a organizaciones o instituciones. sociales en el primer caso, iniciáticas en el segundo. En ambas, la individualidad es un punto de partida para arribos muy distintos. la indiferenciación mas o menos disolvente ,la identificación en el segundo.
He leído el blog sobre Goddart, y aunque me puedo equivocar, me recuerda mucho a una cierta práctica mágica. No lo asimilo a Ramana y a otras figuras del vedanta dvaita, porque básicamente eliminan de sus enseñanzas de manera implícita la permanencia en lo que podríamos llamar mundos intermedios, justo aquellos por donde suelen transitar los poderes psíquicos.
Intentar cambiar la realidad puede ser lícito, pero si hablamos de Vedanta o Dzogchen-que tu conoces-no se trata de cambiar absolutamente nada, ya que en último extremo no existen tan siquiera causas y efectos –he dicho en último extremo- y todo es el juego del despliegue de la luminosidad y el vació.
Claro está que esas mismas formas tradicionales ,a nivel metodológico manejan prácticas donde se trata con ese mundo intermediario (por ejemplo el Tantra) pero queda bien patente la adscripción del practicante a una organización y un maestro.
Esnobismos aparte -que tampoco quiero juzgar y acabo haciéndolo- la esencia de la espiritualidad oriental es perfectamente universal. Esto no quita que sea tan criticada como los libros de autoayuda, porque en todo esto subyace un rechazo a cualquier formulamiento que privilegie la conciencia como denominadora y por ende “creadora” del mundo objetivo, lo que será tildado de “idealismo” en el mejor de los casos ,cuando no de puro irracionalismo. Ahora bien, lo anterior no implica que desde un punto de vista puramente espiritual no sean pertinentes las críticas hacia una pléyade de movimientos e incluso de irracionalismos y supersticiones en el sentido estricto de la palabra. El hecho es,que la espiritualidad no niega la razón,la sobrepasa.
El problema de los sectores teóricamente progresistas (tampoco quisiera cebarme con la descalificación del término como hacen Federico Jimenez Losantos y demás compañía) es que jamás se han planteado la dimensión de lo trascendente ,sino que sigue siendo para ellos un constructo puramente humano con fines de control social. No obstante ,el caos está servido.
Quiero hacer dos declaraciones marginales : Francia y Alemania por boca de sus actuales representantes ,no están en absoluto en contraposición con los planteamientos económicos y geoestratégicos del mundo anglosajón.
Ligado a las prácticas de Godart ,se me ocurre que aquellos que no consigan cambiar el entorno, se pueden sentir ya no solo frustrados, sino culpables.
Perdón por la extensión del comentario, pero es un tema demasiado complejo y no me salen las “sentencias “ cortas a modo de greguerías sabias. Que le
vamos a hacer .
Un abrazo.
Paco.
Publicado por: paco roldán | 09/11/11 en 12:54
Querido amigo, gracias por tu comentario. Va mucho más allá que mi post, que no pretendía más que identificar el origen del desprecio petulante que la intelectualidad intelectualizada siente por aquello que pueda conmover una brizna de su estatus y concepción del mundo. Se trata ciertamente de mera hipocresía; la tensión entre individualismo y colectivismo se resuelve muy bien en esos ámbitos del modo siguiente: dictaduras marxistas leninistas o regimenes bonapartistas para Suramérica mientras nosotros podamos disfrutar de las libertades personales que nos concede la democracia "burguesa". Para poder escribir la biografía de Fidel Castro que hizo (plagió) Ignacio Ramonet hay que vivir en la república democrática y social de Francia.
Pero lo que me interesa es no tanto el cinismo o el orgullo sino la razón por la cual la cultura europea se ha ido desgajando de la alegría de vivir. Alguien me ha argumentado que se debe a un apartamiento del sentido de las raíces vitales y energéticas en la tierra. Es posible: hay una pugna que viene de muy antiguo contra la vitalidad telúrica, que no sólo pasa por la quema de brujas sino por la lucha simbólica contra los viejos animales tótem de Europa, el oso y el lobo y los rescoldos de miedo y aversión que subsisten contra ellos. Quizás la sustitución de las viejas religiones por el cristianismo necesita más siglos de los que se pensaba. Pero me he fijado en algo sobre lo que ha trabajado Roger Bartra, el antropólogo mexicano de origen caalán, cuando alude a la melancolía, "un mito cultural, una idea que es la piedra filosofal de la modernidad" (Cultura y melancolía, Roger Bartra, Anagrama). "Las expresiones españolas del Siglo de Oro, impregnadas de melancolía, irradian a toda la cultura occidental de la época y la dejan marcada para siempre". Me parece que va por ahí, y si es así, no hay remedio.
Publicado por: Gabriel Jaraba | 12/11/11 en 20:43