Si después de la vista del próximo 18 de julio Dominique Strauss-Kahn sale por la puerta del juzgado más sonriente aun de lo que lo hizo el viernes pasado, algunos rostros de los habitantes de la reserva ética del mundo mundial, léase Catalunya, podrían quedar demudados. O no. Porque la inveterada querencia de mis conciudadanos por ajustarse a ciertos patrones ideológicos férreamente establecidos ha convertido a la Rosa de Fuego en el erial ideológico que ha conducido al liberalismo de derechas a la recuperación del gobierno de la Generalitat al paso alegre de la paz mientras en los coles se debate si los niños y las niñas sestean en clase con uniforme son más iguales, justos y benéficos que si se chotean de la comprensión lectora vistiendo de trapillo. DSK es para nosotros un vil acosador, forrado de pasta, rijoso machista, conspicuo elemento de la gauche caviar, que comparte mantel con gente adinerada y que tiene sellado un pacto de cuernificación mutua con su santa esposa. Eso hizo de él hace unas semanas un violador en toda la regla. Lejos de nosotros la funesta manía de pensar; qué dictum más español, en la tierra cuyos habitantes son partidarios de la independencia en un 42 por ciento, según una encuesta oficial.
Pero resulta que la modesta y piadosa limpiadora que le acusó de violación --que puede conllevar una pena de 20 años de cárcel-- tenía un novio en la cárcel, donde fue a parar por su actividad en el tráfico de mandanga, y tenía además una cuenta corriente con más de cien mil dólares ingresados por él y otros tantos que intentaban de este modo blanquear montantes obtenidos de igual guisa. "Yo sé lo que me hago, este tío tiene mucha pasta", le dijo la femme de chambre a su maromo en una conversación telefónica intervenida por la policía. Y tanto; reflexionó lo suficiente mientras se hacía cargo del aseo de otra habitación después de haber mantenido una relación sexual bucal con el putero francés (se dice bucal y no oral; una relación sexual oral es decirse marranadas y basta). Las lenguas de doble filo del New York Post dicen que el político francés se negó a pagar el servicio y ella se rebotó, y se preguntan cómo es que una inmigrante desvalida consigue un trabajo como limpiadora en un hotel de lujo, cuando lo normal es que se empiece trajinando los habitáculos de los moteles del aeropuerto Kennedy. Una posible respuesta radicaría en su apoyo por parte de Local 6, el sindicato de hostelería al que está afiliada Nafisatu Diallo, al cual la trabajadora habría aportado importantes cotizaciones monetarias, que le habrían hecho acreedora de los mejores puestos de trabajo de su categoría.
Dudo que los árbitros de la elegancia ética del erial catalaunico varíen su suspicacia ante la figura de DSK. Incluso a pesar de que una triquiñuela surgida de las cloacas del lumpen neoyorquino le haya apartado del Fondo Monetario Internacional y de la pole para las elecciones francesas. Incluso a pesar de que el director general de la cadena de hoteles Sofitel sea un destacado miembro de la UMP. Incluso a pesar de que el jefe de policía de Nueva York tenga relaciones de amistad con el entorno de Sarkozy. Porque en la Rosa de Fuego, ser pobre, mujer, inmigrante, negra y musulmana es más meritorio que ser rico, cosmopolita, poderoso, hedonista y socialista. Y eso pesa más que una nimiedad como la culpabilidad o la inocencia bajo el riesgo de dos décadas de cárcel. Sobre todo, cuando se obstina uno en olvidar el papel histórico que la miseria moral y material del lumpenproletariado ha desempeñado en el apoyo a las peores causas. Un socialista rico cazado es una pieza demasiado jugosa como para soltarla tan fácilmente del mordisco de los moralistas que basan su superioridad en eso, en la boca. Aunque esa superioridad se ejerza en un país cuyas carreteras y rotondas sean los escaparates del negocio de tráfico humano impuesto por un lumpenproletariado al que se rehúsa reconocer como a tal.
Si ser putero en el país de las rotondas conllevase cárcel automáticamente, media población masculina de nuestro país estaría en la trena. Y eso no disculpa a los puteros. Pero compromete a los moralistas.
(Foto: fachada del hotel Sofitel, en Nueva York)
Últimos comentarios