Como no hay mal que por bien no venga, el intento de renovar el éxito de taquilla de las películas de Superman me trajo anoche la oportunidad de ver de nuevo por TV el primer film del superhéroe, protagonizado por Christopher Reeve. Los superhéroes de mi niñez fueron Superman, el Capitán Trueno, el profesor Lidenbrock (Viaje al centro de la Tierra), Sir Edmund Hillary y el sherpa Tenzin Norgay, porque entonces aún no se había inventado el neopuritanismo pseudoizquierdista y por lo tanto aún creíamos que era bueno que los buenos venciesen y que los gobernantes no se creyesen directores de guarderías para adultos. Supermán nos gustaba no porque fuese poderoso, sino porque superaba las dificultades, vencía al mal y ayudaba a los débiles. Aún no había llegado esa corriente de pensamiento que comenzó con Armand Mattelart llamando a combatir al superhéroe como agente ideológico del imperialismo y terminó con Ignacio Ramonet glorificando al superhéroe Fidel que obró el milagro de transformar una revolución en una infamia.
Cuanto más reflexiono sobre Superman más me maravilla la capacidad de la mente y la civilización humana para hacer revivir constantemente los mitos que dicen más de nuestra condición que todas las ciencias naturales juntas. Cuanto más me aproximo a la ciencia más me convenzo de que la vida humana es una narración, que el hombre necesita narrar y narrarse para existir en un mundo humanizado. Con Superman renacen por enésima vez, en plena era de la cultura pop de masas, arquetipos y mitos fundacionales que hablan bien a las claras de nuestro paradigma civilizacional, de nuestras aspiraciones, limitaciones y sueños.
El camino iniciático de un héroe extraterrestre
Nacido en el planeta Krypton (cripto = desconocido u oculto, en griego), Superman es Kal-el, el hijo de Jor-el, un científico que, ante la inminente destrucción de su mundo, introduce a su hijo recién nacido en una pequeña cápsula espacial y lo lanza al espacio para que la fortuna le haga alcanzar un planeta habitable. La pequeña nave aterriza en un pueblecito del estado de Kansas, donde es hallado por los Kent, un matrimonio sin hijos, ya mayor, quienes le reciben como un regalo del cielo, le adoptan, bautizándolo como Clark, y le educan protegiéndole de su singularidad: los superpoderes que adquiere fortuitamente al vivir en un medio distinto al del de su nacimiento.
Clark Kent es educado por sus padres adoptivos en los mejores valores del altruísmo y la solidaridad, pero su adolescencia es difícil y diferente: si muchos jóvenes en edad púber se sienten como marcianos, él es, al fin y al cabo, un extraterrestre. Más aún porque durante su viaje interestelar, aún bebé, recibe las enseñanzas de su padre por métodos subliminales, unas enseñanzas que le encaminan hacia su destino: ser un lider altruista en medio de un pueblo capaz de lo mejor y de lo peor, pero dotado con una insólita capacidad de hacer el bien. El pequeño Kal-el es instruido para poner sus poderes al servicio de la comunidad.
En el hogar de los Kent, Clark vive una vida modesta y frugal, basada en el estudio, el trabajo y la austeridad, en la que no puede permitirse ser un tarambana como sus compañeros sino que debe administrar prudentemente su singularidad y su responsabilidad. Al morir su padre, cumple con el cánon establecido por la tarea del héroe: buscar inspiración e iluminación, y pasar una prueba iniciática. Con un anorak y una mochila marcha, cómo no, hacia el Norte, ese norte de montañas altas y aire limpio, quizás Shamballa, "donde la voluntad de Dios es conocida", o aquellas montañas del Himalaya que inspiraron a Nicholas Roerich.
El joven protohéroe cumple con la tradición iniciática y sufre la primera prueba, la de la Tierra, obedeciendo al lema masónico V.I.T.R.I.O.L.: Visita Interiora Terrae Rectificandoque Invenies Ocultum Lapidum, Viaja al Interior de la Tierra y Rectificando Hallarás la Piedra Oculta. Clark halla en una caverna helada la piedra oculta de su corazón cuando, gracias a los cristales que almacenan información (una bella alusión a la supuesta tecnología atlante de tiempos igualmente míticos) y le ponen en contacto con la mente imperecedera de su padre. Clark cumple con la prueba del agua (congelada) al encontrar su refugio inspirador entre el hielo (el dominio de sus emociones) y con la del aire al viajar inmaterialmente por el espacio y ver revelársele el drama de la Historia. Supera la prueba del fuego cuando la alquimia interior se realiza, haciéndose verdad la llamada cristiana intemporal: convertir su corazón de piedra en corazón de carne al ser bautizado con el fuego de la compasión por los seres humanos.
Humildad, prudencia y conciencia de la finitud como camino
Terminada su iniciación, Clark Kent deja su pueblo para instalarse en la gran ciudad, donde encuentra trabajo como reportero en un gran diario, el Daily Planet. Allí deberá practicar la virtud de la humildad, convertido en un hombrecillo gris, casi un personaje de las películas de James Stewart, sobrellevando con dignidad una limitación autoimpuesta por su responsabilidad. Y es entonces cuando el héroe entrará en contacto con el verdadero drama humano: para poner sus superpoderes al servicio de la humanidad debe proteger su vida cotidiana como humano, pero el precio es generar una doble personalidad. Ello le lleva a vivir, por una parte, como un superhombre, capaz de realizar cualquier proeza, y por otra, a asumir voluntariamente las limitaciones físicas de sus conciudadanos. De ello resulta un conflicto existencial: ama en silencio a una compañera de trabajo que ni siquiera se fija en él, pero que está fascinada por Superman, a quien considera su ideal de hombre y un novio inalcanzable.
Superman, sin embargo, tiene un talón de Aquiles: el contacto con algun pequeño meteorito de materia proveniente de Krypton --la kryptonita-- le despoja automáticamente de sus poderes y le debilita hasta poner en peligro su vida. Los villanos con los que debe luchar llegan a conocer este punto débil y así, la lucha de Superman tiene lugar en diversos frentes: el combate contra el mal y la defensa de los débiles; la protección de los ciudadanos frente al crimen organizado; evitar la influencia de la kryptonita, y vivir en la angustia de una forzosa doble personalidad que le impide amar y ser amado.
La amenaza mortal de la kryptonita, sin embargo, es su salvación como persona. Igual que el protagonista robot de El hombre bicentenario, aprende que sólo puede ser aceptado como ser humano si comparte con él la finitud. Sólo es líder y héroe si pone su poder al servicio de la comunidad; sólo es humano si es consciente de que puede morir; sólo vive hombre entre los hombres si acepta la herida que escinde a toda persona.
El héroe de mil caras
Como todo héroe verdadero, Superman es muchos héroes a la vez, y haberse convertido en el primer gran superhéroe de fama mundial en la cultura de masas no le ha privado de ello. Al héroe se le admira, pero también debe compadecérsele: en él se proyecta la visión de las virtudes que no podemos alcanzar, y puede protegernos de nuestros propios males, pero nos conmueve su condición de doblemente huérfano, de genio voluntariamente oculto y de enamorado sufriente; sentimos empatía con él y le acogemos como uno más (como pasa con ET) porque su tragedia personal le hace ser uno de nosotros. ET añora "su casa"; Superman no puede casarse.
El mito pop de Superman resume, así, los mitos principales de orfandad, salvación, redención y escisión personal que ha generado nuestra cultura:
Es Moisés: abandonado azarosamente en aguas desconocidas y hallado por una nueva familia que le hace vivir en un país diferente. Se convierte en líder y adalid de su nueva nación, la salva de la esclavitud y la enseña el correcto modo de vivir según na ley, pero, huérfano hasta el final, no puede entrar en la Tierra Prometida.
Es Prometeo: se rebela contra las limitaciones físicas humanas y asalta el cielo para robar el fuego a los dioses y dar así poder a los hombres. Ello le cuesta ser encadenado y torturado sin fin por un ave que le come las entrañas (la escisión vital y la doble vida).
Es Jesús: hijo del cielo, es mesías y salvador del género humano, con una condición especial, divina y humana a la vez (como Superman-Clark). Su misión le resulta fatal, pues pierde la vida en ella, pero resucita y libera a la humanidad del pecado.
Es Hermes, el de los pies ligeros, pues vuela. Medio dios y medio hombre, sabio, bueno y astuto. Como él, Superman adopta un disfraz para poder realizar su misión, mostrando que la astucia es el mejor aliado de la fuerza.
Es Quirón, el centauro herido: para poder sanar y enseñar a los hombres hay que haber sido primero herido y conocer el sufrimiento y la añoranza.
Es Song Wukuong, el emperador mono de las leyendas chinas (reflejado en el Son Goku de Dragonball Z): el líder iluminado que guía al pueblo debe estar dotado de espíritu de lucha y sentido práctico, y saber, como los protectores furiosos del Dharma o los guerrilleros de la Resistencia francesa o española, que los malos sólo retroceden ante la fuerza (y no, como creen los pedagogos perniciosos, que todo puede ser razonado con todos; Gandhi triunfó porque frente a él tuvo al laborista Atlee y no al nacionalsocialista Hitler).
Vemos, pues, que la crisis de nuestra civilización pasa, entre otras cosas, por haber olvidado la lección del héroe de las mil caras, que Superman nos devuelve una vez más, ante la cual, los tontos, en vez de mirar a la Luna del reto humanizador miran al dedo del envoltorio cultural en el que la lección se da.
Superman y Christopher Reeve: encuentro con el Destino
La lección más ignota de todas, sin embargo, escapa por completo a nuestro tiempo y a nuestra cultura. Se encuentra en las enigmáticas palabras de Jor-el al despedir a su hijo: "Y el padre se convertirá en hijo y el hijo en padre". Se trata de la espinosa cuestión del Destino, el Gran Olvidado, el Espantajo Tremendo al que nadie de nosotros reconoce ni siquiera quiere concebir, y que, sin embargo, era la cuestión central entre nuestros Antiguos, quienes nos legaron el tremendo hallazgo de saber que la vida humana debe ser narrada para ser vivida.
El Destino era fundamental en los albores de nuestra civilización. Enigmático, huidizo e inevitable, a ellos les justificaba y a nosotros nos escandaliza (de ahí el horror ilustrado ante la astrología, el tarot o las mancias). Otras civilizaciones han aprendido a convivir con él: es el Sabio del I ching ante el cual el hombre debe ser virtuoso, humilde, prudente y oportuno. Pero nosotros lo hemos expulsado de nuestro mundo, y él se venga cada día en cada portada de periódico e informativo de televisión.
El Destino es peligroso y terrible, y a veces hace que se crucen los caminos de la vida del hombre sobre la Tierra y los caminos de las narraciones creadas por él: le sucedió a Juana de Arco. La historia de Superman transcurre de la ficción a la "realidad" con la historia de Christopher Reeve, el actor que mejor le encarnó y le asumió (obsérvese su manera de mirar cuando interpretaba el personaje).
Reeve se tomó en serio su papel de Superman, y cuando uno se mezcla con lo heroico arquetípico se rasga el velo del Templo: sucedió en la Crucifixión. Le sucedió a Víctor Mora, el creador del Capitán Trueno, que mientras proponía a los jóvenes españoles de los 50-60 un héroe caballeresco y estaba llamado a ser un autor de éxito, conocía la cárcel por su militancia comunista y luego el exilio, y la desposesión de sus derechos de autor. Victor Mora nunca fue rencoroso ni amargado, y recientemente ha superado una severa enfermedad neurológica que, en su vejez, ha hecho de él un hombre aún más bueno.
Tetrapléjico a raíz de un accidente de equitación (el caballo es una montura heroica), Christopher Reeve demostró una fuerza moral fuera de lo común. Comenzó por recuperarse a si mismo, y asumió con toda naturalidad la desvalidez de quien fuera galán de cine exitoso y admirado. No sólo dio ejemplo moral con su capacidad de autodisciplina y recuperación sino que puso su ordalía al servicio de la colectividad, al liderar ambiciosas campañas cívicas que pusieron en evidencia a la derecha reaccionaria ultrarreligiosa que limita la experimentación científica que puede salvar vidas. Reeves era miembro de la Asociación Unitaria Universalista, la iglesia liberal y progresista --la única presidida por un pastor negro en EE UU y que incluye ateos y agnósticos-- y desde ella dio testimonio de humanismo, espiritualidad, apertura y solidaridad (a los unitarios universalistas pertenece sir Tim Berner-Lee, el inventor de la world wide web, quien dijo que "quiero que al entrar en la iglesia tenga que dejar fuera el sombrero y no el cerebro".
En los últimos años de su vida, Christopher Reeve reflexionó sobre lo que es un héroe y llegó a algunas conclusiones. "Antes yo creía que era alguien que lleva a cabo una acción valerosa sin considerar las consecuencias: un soldado que sale de la trinchera para arrastrar a un compañero herido hasta un lugar seguro. O alguien que ha hecho algo grande, como Houdini, Lindbergh, John Wayne, JFK o Joe DiMaggio. Ahora mi definición es completamente diferente. Creo que un héroe es un indivíduo corriente que halla la fuerza de perseverar y aguantar a pesar de los obstáculos que resultan abrumadores".
"Y quizas sea esto lo que el mundo necesita de verdad. No superhéroes más allá de la vida, sino héroes cotidianos que perseveran ante graves dificultades, no salvadores o mesías sino amigos y compañeros que están con nosotros cuando las cosas van mal, no una verdad revelada para siempre, sino científicos e investigadores que rompen con los velos de la ignorancia y la conjetura y cada día abren un poco más nuestro mundo a la luz del entendimiento"
En su libro Nada es imposible, Reeve escribió: "Hoy es 27 de mayo de 2003, el octavo aniversario de mi accidente. Lo llamo "accidente" como opuesto a "tragedia" o "trágico error" a modo de indicación de que no culpo de lo ocurrido a mi mismo, a mi caballo, a una conspiración de los Hados. Dados todos los inexplicables actos de violencia, injusticia y crueldad, mezclados con los inesperados pequeños milagros de bondad y felicidad que vemos cada día en el mundo, estoy convencido de que la vida es caos, pero que en él tenemos el poder de establecer orden y sentido".
Christopher Reeve murió, y poco después, se fue su esposa. Como actor, nos puso en contacto con la magia de la narración heroica imperecedera revivida por el creador de Superman. Como ser humano, encarnó la conciencia de la fragilidad, la finitud y la fuerza del espíritu vivo y la mente clara. Reeve cerró, en la vida "real", la enseñanza que Superman abrió en la de la "ficción" y nos mostró el camino hacia la humanidad. Confinado en una silla de ruedas, el "padre" admirado por los públicos cinematográficos se convirtió en "hijo" desvalido, y así, devino "padre" del ejemplo del poder de las ideas de la determinación y la solidaridad. En la persona de Christopher Reeve se realizó la transmutación alquímica: condujo la energía del ejemplo del héroe mítico hasta la evidencia práctica de la fuerza de la razón, la solidaridad, la ciencia y la acción cívica. La profecía de Jor-el de Kryptón se había cumplido.
ACTUALIZACIÓN: El Senado de EE UU aprueba la ley de investigación con células madre.
El Senado estadounidense aprobó el 18 de julio de 2006 la ley que contempla la ampliación de fondos públicos para la investigación con células madre. Este era uno de los principales objetivos por los que luchó Christopher Reeve en sus últimos años. Algunos destacados republicanos, como Arnold Schwarzenegger y la viuda de Ronald Reagan se han manifestado a favor de la medida, en contra de la posición de su partido y del presidente Bush, quien se propone impugnar la ley.
En cualquier caso, la inspiración y la determinación de Christopher Reeve han hecho ganar una batalla a la ciencia y a la acción por el bienestar de los demás.
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