El atentado terrorista islamista del Yemen ha acabado con la vida de los padres de una de mis compañeras de trabajo en TV3. Pone de relieve, dramáticamente, el estado de cosas en Catalunya respecto a la amenaza de abolición de la civilización que supone el movimiento islamista, no menos grave que la que suposo, hace más de 70 años, el nazifascismo.
GORDON BROWN Y JOSÉ MONTILLA, DOS LIDERAZGOS SOCIALISTAS. La reacción del nuevo primer ministro británico, Gordon Brown, ante los frustrados atentados de Londres y Glasgow, se resume así: "Quieren acabar con el modo de vida británico, pero no dejaremos que lo hagan. Resistiremos y lucharemos". La de José Montilla, presidente de Catalunya: "Rechazamos la violencia venga de donde venga". Textualmente, y salvando todas las distancias, la frase que pronunciaban los dirigentes franquistas ante los atentados de ETA en la época. La diferencia: Brown proviene de una tradición de resistencia antinazi expresada en la heroica actitud británica en la blitzkrieg nazi y los bombardeos sobre Londres. Montilla, otro luchador antifascista, sabe que gobierna una sociedad acomodaticia que, instalada en la combinación de esatado de bienestar precario suavizado por el hedonismo, no está por la labor de asumir reto alguno. Ambos dirigentes son conscientes de que deben ejercer un liderazgo sólidamente aburrido para desmarcarse de la brillantez fatal de sus antecesores. En el caso británico, Blair quiso ejercer de aliado griego del imperio romano: no desmarcarse de la superpotencia para influirla modificándola, resultando finalmente abducido por la espiral belicista neocon. En el catalán, Maragall se reveló como un frívolo irresponsable. En ambos casos, la pomada paliativa era imprescindible, pero en nuestro país el liderazgo suave está resultando inane. Critican a Montilla por poco catalanista, cuando no hace otra cosa que cumplir con el desiderátum nacional: "El meu mal no vol soroll". Y lo digo cuando fui uno de los firmantes del manifiesto Montilla President.
MEMORIA HISTÓRICA. Los ingleses mantienen vivo, y vibrante, el recuerdo del Londres bajo las bombas volantes V2. Los catalanes recuperan los viejos refugios antiaéreos, como el de mi barrio, incorporándolos a la mirada culturalmente suavizante en clave parque temático cultural que tamiza el pasado reciente observado por quienes han tenido mucho gusto en conocerse. La reina Isabel II que aparece solemne y un tanto demodé, incluso como la madrastra frente a la Blancanieves Diana Spencer fue en aquel tiempo una joven princesa Lilibeth que, con uniforme militar, gorra y pantalones incluidos, conducía valerosamente los camiones de socorro bajo las bombas alemanas. Su padre, el rey George the V, dio ejemplo bailando claqué en público en el Hoe de Plymouth, plantando cara a los aviones nazis frente al canal de la Mancha. Aquí organizamos reconstrucciones de la batalla del Ebro como patéticas patochadas mientras escondemos la cabeza bajo el ala ante lo que viene.
ESPAÑA COMO OBJETIVO. He leído y escuchado reacciones populares ante el atentado de Yemen que dicen que eso no hubiera sucedido si no se hubiese intervenido en Iraq. Cabeza bajo el ala: el ataque a Nueva York sucedió mucho antes. La guerra de Iraq fue ilegal e ilícita, pero no fue causa del movimiento terrorista islamista. La consolación hispánica en el tema es patética: se niega a admitir que vamos en el mismo paquete que los demás países democráticos, pues la amenaza no es contra un país u otro sino que la propia España forma parte como objetivo de la narración delirante de Ben Laden y de los objetivos estratégicos del proyecto de abolición de la civilización. Lo que interpela y provoca al movimiento islamista no es otra cosa que la existencia de democracias y sociedades abiertas. Su objetivo es acabar con ellas no sólo por irredentismo nacionalista sino porque ponen de manifiesto la decadencia y el fracaso de unas sociedades incapaces de superar un trance que perciben como insoportable. En este sentido, Londres, Nueva York, París, Roma, Madrid y Barcelona cuentan lo mismo.
NUESTRO SILENCIO E HIPOCRESÍA. Las fuerzas de izquierdas claman a que no se culpabilice a los pueblos musulmanes, especialmente a los inmigrantes árabes en Europa. Sin embargo, todos ellos viven en un clamoroso silencio la situación, verificando lo de que quien calla otorga. Víctimas de la corrupción de sus dirigentes, quieren escapar de ella huyendo hacia adelante en el modo de trastocar los movimientos árabes laicos y progresistas en Hamás y cosas parecidas. Es comprensible. En la manifestación contra ETA que se hizo en Barcelona por el asesinato de mi amigo Ernest Lluch, la retransmisión en directo por TV3 mostró a nutridos grupos de paquistaníes que, cuando les enfocaban las cámaras, agitaban las manos y exhibían carteles de rechazo al terrorismo, queriendo decir "estamos aquí, estamos con vosotros, queremos ser de los vuestros". La respuesta de la sociedad catalana en su conjunto fue ignorarlos por completo. Ni una interlocución, ni una mano tendida, ni una sola mención a ese gesto significativo. Todo eran adhesiones a la ignominiosa proclamación entreguista de Gemma Nierga y su patética llamada al diálogo con quienes habían asesinado al mayor dialogante. Merecemos el silencio condonatorio actual.
NUESTROS AVESTRUCES. Mientras el Real Instituto Elcano, principal think tank sobre el terrorismo de nuestro país, indicaba el claro papel de España en general y de Cataluña en particular en el reclutamiento de terroristas islamistas, el delegado del gobierno en Cataluña, Joan Rangel, tildaba el aviso de patraña, atribuyéndolo a un minoritario sindicato policial. Antes y después, las detenciones por esa causa no han dejado de sucederse. Suele citarse aquí el caso del "comando Dixan" aludiendo a falsas acusaciones, cuando este ha sido, y aun parcialmente, una excepción. Se sigue considerando el terrorismo islamista como un movimiento irredentista de los pobres, causado por las injusticias occidentales, cuando el reciente caso inglés vuelve a demostrar, como sucedió en Nueva York, que son los jóvenes de las élites musulmanas, dotados de buena formación e integrados en el modo de vida occidental, quienes lideran ese activismo entre nosotros. Socialistas y comunistas siguen buscando adhesiones en el nuevo proletariado musulmán, ignorando las nuevas condiciones sociopolíticas globales en las que la lucha de clases --que está más vigente que nunca en la globalización-- se entremezcla con otros movimientos de rechazo de la modernidad; léase lo que Marx escribió sobre las guerras carlistas en España.
INDEPENDENCIA. En ese panorama, el nacionalismo independentista prosigue con su relato delirante que pretende que un país miembro de la Unión Europea, de la OTAN y la conjunción militar de la Unión Europea Occidental, situado en el punto de máxima tensión del Mediterráneo entre Europa y Africa, puede declararse independiente o "desconectar" de España. Les ayuda el cerrilismo de la derecha reaccionaria española y el cazurrismo nacionalista español socialista, alimentándose mutuamente. Nadie explica cómo, en un mundo globalizado, se puede "desconectar" de todo ese escenario estratégico mundial. Los independentistas catalanes se muestran, así, participantes de la mentalidad más españolista posible en el tema: eso no va con nosotros, porque nosotros somos los buenos y no hacemos daño a nadie, fijaos qué bien nos portamos con Bosnia y cómo nuestras ONG, en un caso, y nuestros soldados, en otro, no hacen otra cosa que sembrar el bien. La muerte de la soldado española Idoya , hace cosa de medio año, no mereció la menor mención en la portada del Punt Diari, para vergüenza de su redacción. Los fomentadores de la teoría de la conspiración sobre el 11 M muestran la paradoja que, mientras sus mentores Aznar y FAES metieron a España en la guerra de Iraq, la amenaza islamista no les merece el menor cuidado.
UN MOMENTO... Mientras el canal 3/24 retransmitía en directo el minuto de silencio decretado por la Generalitat con motivo del atentado del Yemen, desde la plaza de Sant Jaume, se podía ver a todas las autoridades con cara de circunstancias, sinceramente dolidas. Pero de entre ellos destacaba un rostro que no sólo mostraba congoja sinó ácida irritación: pura "cara de pomes agres". Era el del alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, quien se decidió a entrar en política a raíz del choque moral que le supuso el atentado de Hipercor. Yo creí vislumbrar tras ese rostro, quizás por un momento, un líder de futuro, conocedor de lo que anda en juego. ¿Wishful thinking? Quizás, pero no era la actitud circunspecta del burócrata integrado sino algo mucho más cercano a una profunda y visceral irritación. Parecía, Dios me escuche, un líder socialdemócrata. Lilibeth, Lilibeth.
ACTUALIZACIÓN. La manifestación de yemeníes contra el terrorismo es una buena señal. El que haya sido promovida por organizaciones políticas y gubernamentales, no es mal signo sino todo lo contrario. El turismo abre espacios de libertad y procesos de cambio en las sociedades cerradas. Esa fue también nuestra experiencia en su momento.
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